Hace poco, el premio nobel de Economía 2001, Michael Spence, al proyectar los principales desafíos post pandemia de coronavirus (COVID-19) en Latinoamérica y el Caribe, señaló que las personas, las empresas y los países se confrontarán con la necesidad de adaptar sus modelos de crecimiento a la era digital.
Durante su reciente presentación en un Seminario Anual del Consorcio de Investigación Económica y Social (CIES) en Lima-Perú, sostuvo que la pandemia ha tenido impactos negativos en la economía mundial, pero también ha creado un aumento dramático en el desarrollo de tecnologías digitales que está permitiendo brindar nuevos servicios, dar mayor acceso y oportunidades jamás imaginadas.
Incluso consideró que la tecnología puede hacer que la informalidad predominante en nuestros países comience a caer.
De modo similar, y refiriéndose al sector financiero, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Mauricio Claver-Carone, hizo una afirmación contundente: “Las FinTech son el mecanismo más eficiente y efectivo para luchar contra la informalidad en América Latina y el Caribe”.
Resaltó -además- que en una región donde menos del 50% de la población está bancarizada, el auge de las FinTech puede suponer un nuevo mecanismo para formalizar los mercados y potenciar significativamente la inclusión financiera.
Ambas declaraciones coinciden en un fenómeno mundial que en plena pandemia se ha acelerado y multiplicado: La transformación digital de la banca y el auge de los servicios financieros digitales.
Cuatro elementos explican este boom:
- El gran desarrollo de la tecnología a todo nivel,
- el uso fácil, creciente y masivo del celular,
- el cambio de comportamiento del consumidor y perderle el miedo -sin vuelta atrás- a la tecnología y,
- el alto nivel de exclusión financiera que en la región supera el 50%
Modelo FinTech
El auge de los servicios financieros digitales se ha encarnado en el modelo de negocio “FinTech”, que significa proveer o facilitar servicios financieros (Fin) mediante el uso intensivo de la tecnología (Tech). Más que una empresa, FinTech es un modelo de negocio que puede ser adoptado por empresas de todo tamaño:
- Pequeñas Start-Up
- Grandes bancos y financieras convencionales
- Las grandes empresas de tecnología (Big Tech) como Amazon, Google, Alibaba o Alipay, y
- Las alianzas entre todas ellas.
A diferencia de un banco que concentra varias actividades financieras prestadas simultáneamente de forma física, el modelo FinTech apuesta por servicios específicos y especializados como transferencias, pagos, remesas, cambio de monedas, préstamos en línea, crowdfunding, factoring, asesoría financiera, operaciones con cripto activos, etc.
En el modelo FinTech no se usa dinero en efectivo, los servicios son 100% virtuales. No se requiere la presencia física del cliente para brindarle servicios financieros.
Con una mixtura de soluciones tecnológicas de identidad, validación, riesgo crediticio y sistemas antifraudes, las empresas FinTech implementan sus negocios con riesgos reducidos y generan confianza del público. Su flexibilidad e infraestructura ligera les permite adaptarse fácilmente a las necesidades del mercado. Y un aspecto resaltante: Su foco es la inclusión financiera. Quieren llegar al consumidor no atendido, especialmente a los informales que requieren ayuda urgente pues representan gran parte de la Población Económicamente Activa (PEA) y, generalmente, no están dentro de las políticas públicas prioritarias.
Rol de los bancos
En este proceso, destaca el nuevo rol que están asumiendo los bancos. Muchos se han subido a la ola y están desarrollando alianzas e iniciativas FinTech.
En Perú, por ejemplo, Yape es una billetera electrónica del banco más grande, el Banco de Crédito del Perú (BCP).
La FinTech del BCP se creó en el 2017 y hoy atiende a más de 7 millones de usuarios, de los cuales 1.5 millones son personas que no tenían cuentas en el sistema. Lo mismo pasa con las alianzas estratégicas entre Banco Sabadell en México y Fintonic, la FinTech española especializada en finanzas personales; la implementada entre BBVA y Uber, para que los conductores de Uber puedan tener su cuenta bancaria digital; y la alianza entre Rappi y los bancos Banorte en México, Davivienda en Colombia e Interbank en Perú, para la creación de bancos digitales en dichos países.
El futuro aquí es que se potenciarán las alianzas e integraciones entre bancos y empresas FinTech, priorizándose la generación de valor a favor del usuario y de la industria en su conjunto. Alrededor de este fenómeno surgen figuras como los “neobancos” que es la unión de una FinTech y un banco para prestar servicios financieros; y el “banking as a service” que permite a los bancos habilitar sus plataformas para que las empresas FinTech puedan desarrollar servicios financieros para sus clientes.
Unicornios
Un ejemplo del acelerado avance de este fenómeno son los denominados “Unicornios”, que son empresas FinTech que se han convertido en empresas multilatinas y valorizadas en más de 1 billón de dólares.
Se trata de empresas que, a través de la tecnología, atienden preferentemente a población excluida, brindan créditos a micro y pequeñas empresas que no estaban en posibilidad de acceder por falta de historial crediticio o a personas que no tenían una cuenta bancaria, pero que necesitaban a hacer pagos y transferencias en el día a día y hoy pueden hacerlo desde su billetera electrónica incorporada al celular.
También está la FinTech Bitso que opera en México y Argentina, con énfasis en los cripto activos; también Ebanx en Brasil. Uruguay, también ya tiene su primer unicornio: dlocal. Adicionalmente, vemos un mayor dinamismo en las empresas no bancarias por incursionar en servicios bancarios, tales como Apple con su ApplePay, Alibaba con Alipay, entre muchas otras.
El secreto de todas ellas es que han visto las enormes oportunidades que ofrece la población no bancarizada en Latinoamérica para brindarles servicios financieros de todo tipo.
La importancia de la regulación
Para que la innovación financiera que trae el sector privado a través de las FinTech genere confianza, debe ser acompañada con las herramientas legales necesarias para lograr objetivos prioritarios en nuestros países tales como aumentar la inclusión financiera, promover la formalización de la economía y, progresivamente, dejar de usar dinero en efectivo para reducir las actividades ilícitas.
Por ello, al sector público le toca generar políticas públicas que apunten a estos objetivos, ampliando la conectividad, potenciando la educación financiera digital, la seguridad y confianza frente a los nuevos riesgos que se generan en el mundo digital.
Pasaremos progresivamente de una regulación financiera cuyo foco era mantener un sistema sólido y estable, a enfatizar en normas que promuevan la innovación y fomenten la competencia, de cara a ampliar la oferta de servicios financieros para las mayorías excluidas en nuestros países.
Principios como la regulación flexible y proporcional a los riesgos, regular en función de la actividad o negocio y no del agente que lo realiza, normas que fomenten la innovación y que sean neutrales a la tecnología, son principios que van ganando espacios, como en los países de la Alianza del Pacífico.
La ruta ideal para la regulación es aquella donde es participativa, co-creativa y que se nutre de la propia industria FinTech, en mesas de trabajo público-privado, que incluya a expertos y a los principales agentes involucrados, además de tomar decisiones basados en evidencias.
Las empresas, los bancos, las corporaciones, los startups y las Big Tech deben seguir apostando por poner al consumidor final como su foco principal, especialmente al no incluido.
Asimismo, enfocarse en idear soluciones que generen valor al usuario y que les permitan tener servicios ágiles hechos y pensados en las necesidades reales de los consumidores.
También deben seguir trabajando en su cambio cultural, en el desarrollo del talento, la tecnología, la ciberseguridad, la gestión de riesgos y el cumplimiento normativo, elementos que serán clave para generar más confianza.
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