Por: Ljubica Vodanovic
Un banco digital es una entidad financiera de operaciones múltiples, que formará parte de nuestro sistema financiero, bajo supervisión y regulación de la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS). Su particularidad es que opera “sin oficinas” o con la menor estructura física posible. La llegada al Perú de este tipo de entidades está a la vuelta de la esquina, ya sea por la transformación progresiva de nuestra banca convencional, como por la llegada de las compañías tecnológicas (“unicornios“) que operan bajo el modelo de negocios FinTech.
En la región, Brasil, con 17 bancos (liderados por Nubank, uno de las más grandes de Latinoamérica y del mundo), seguido de Argentina, con 6 bancos digitales (con Brubank a la cabeza), lideran esta tendencia. El Perú tiene en lista a 3 entidades tras su licencia respectiva.
La regulación de las autoridades peruanas ha pasado de una actitud observadora y vigilante a una más promotora, lo cual es muy positivo. El 19 de marzo último, con la emisión del Decreto Legislativo 1531, el Perú ha pasado a promover la banca digital dada la competencia que genera en beneficio del consumidor y el potencial que tiene para una mayor inclusión financiera. Sin embargo, para que esta innovación genere confianza, deben ser acompañadas de una buena regulación. La experiencia internacional indica que se requiere una autoridad que sea flexible (en función a los riesgos de la actividad), sin que se descuide su rol supervisor. Un reto adicional es estandarizar principios comunes a nivel regional, pues el mercado ya no es local sino global.
Hace poco tuvimos la oportunidad de interactuar con expertos de 7 países para aprender sus experiencias, promover estándares comunes e identificar barreras. Por ejemplo, en el caso del Perú, debería revisarse el impedimento para que un banco local sea accionista de otro banco pues eso le impide crear su versión digital. Asimismo, debería promoverse el uso más amplio, pero seguro, de la firma electrónica; adaptar la evaluación de los beneficiarios finales, considerando que los accionistas de los bancos digitales son fondos de inversión y no banqueros tradicionales. También analizar las estructuras corporativas que, en la mayoría de los casos, se cuelgan de un holding y gatillan aspectos de supervisión consolidada que cuidar.
Las lecciones de los otros países también son relevantes: Brasil, por ejemplo, destacó que los bancos digitales lograron incluir a 40 millones de brasileños en plena pandemia, al poder recibir sus pagos a través de cuentas en bancos digitales. Argentina, tiene retos regulatorios similares a Perú en identificación de beneficiarios finales en fondos de venture capital, supervisión de temas de solvencia y supervisión consolidada a los holdings y el desarrollo del open banking. México destacó los retos para el acceso de los agentes financieros a procesar en la nube, mejorar la regulación de los pagarés electrónicos, la masificación de la firma electrónica y la identificación única del ciudadano. Chile, que aún no cuenta con bancos 100% digitales, tiene el reto de aprobar su proyecto de Ley FinTech integral, entre otros.
Como se observa, tenemos grandes retos. Lo importante es empezar a trabajarlos de manera conjunta para lograr cada vez una mayor competencia e inclusión financiera en la región.